Estudiar la ciencia desde las ciencias sociales es una labor que a duras penas se ha iniciado en el país. Desde fines de la década de 1960, Francisco Sagasti ha venido trabajando temas relacionados a ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo. En aquella época, se asumía que los países latinoamericanos, y en general, el denominado Tercer Mundo, había fracasado en su intento por industrializarse en la época de posguerra. En consecuencia, y a manera de impulsar el desarrollo local de capacidades científicas y tecnológicas, era necesario comenzar a “comprender de manera más profunda los procesos de formulación y ejecución de políticas de ciencia y tecnología, relacionándolos a los contextos específicos del subdesarrollo y a las características de las diferentes ramas industriales” (Sagasti 1978: 16). Posteriormente, a finales de los ochenta, Marcos Cueto realizó un estudio sobre las actividades científicas y la investigación biomédica en el Perú, de 1890 a 1950. El desarrollo de la ciencia en dicho periodo, se caracterizaba por su discontinuidad institucional y por mantener una relación pasiva con la ciencia internacional. Del mismo modo, en relación a la emergencia de la investigación experimental moderna en el Perú a inicios del siglo XX se señala:
“Mientras que la mayoría de los historiadores de países industrializados cuentan las aventuras intelectuales de hombres que generalmente trabajaron en laboratorios bien equipados, con puestos de trabajo seguros y usando bibliotecas bien surtidas; los historiadores de la ciencia de países subdesarrollados como el Perú tenemos que estudiar cómo se desarrollaron carreras de investigación en medio de escasez de materiales, inestabilidad laboral y complicados compromisos institucionales” (Cueto 1989: 21).
En el transcurso de los años siguientes, Benjamín Marticorena y Modesto Montoya, ambos físicos, retomaron este debate con la pretensión de revertir la precaria institucionalidad científica del país e intervenir en el ámbito público. Sobre el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONCYTEC), el organismo rector del Estado en materia de ciencia y tecnología, se menciona lo siguiente: “Desde su creación, en 1968, como Consejo Nacional de Investigaciones (CONI), hasta 1981 en que pasó a ser el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONCYTEC), este fue un organismo de escasa presencia pública y sin políticas de Estado. Se creó siguiendo la recomendación de la CEPAL y la corriente de la época.” (Marticorena 2007: 8). Asimismo, y de manera más contundente, se afirma:
“Aunque con pequeña economía para promover la investigación científica, la formación de postgrado y otras actividades públicas de impacto, en el 2001 el CONCYTEC continuaba siendo un organismo indescifrable para la pereza mental de los funcionarios, y prescindible por consenso pasivo. El Consejo seguía existiendo sin que ningún gobierno sumara a su ignorancia en el tema el atrevimiento de asumir la responsabilidad de su clausura”. (Marticorena 2007: 9)
Actualmente, y debido al crecimiento macroeconómico del país, el panorama institucional de la ciencia en el Perú ha comenzado a cambiar, aunque todavía se presentan muchos impedimentos. De acuerdo a Juan José Díaz y Juana Kuramoto, el crecimiento de la economía en los últimos años ha estado basado en la acumulación de factores de producción y no en el crecimiento de la productividad: “Debido a las limitadas actividades científico-tecnológicas, en las que se incluyen la investigación y desarrollo y la innovación, las ganancias de eficiencia y aumentos permanentes de productividad han sido muy bajas” (Diaz y Kuramoto 2011: 72). De lo anterior, se puede inferir que la capacidad del país para crecer a nivel macroeconómico, como es el caso de las actividades extractivas, no está relacionada con su capacidad para incrementar su producción científica. Como consecuencia, la demanda de distintos sectores (ej. el empresarial y el industrial) por invertir en términos monetarios se incrementa, mientras que la ciencia como institución se debilita. El interés por fortalecer las organizaciones involucradas y retomar el debate sobre la relación entre ciencia, tecnología y desarrollo es todavía mínimo en comparación a otros países de la región.